MINARETE
En esta batalla en que me encuentro
empuño sin temor a mi palabra,
cabalgo una montura de frente plateada,
y por escudo…
por escudo, sólo tengo el alma.
A mi espalda protejo mi hacienda,
inocente y risueña,
donde siempre he sido un niño;
Tres pequeñas torres
alzadas por los pájaros del sueño,
y un rosal que rodea la muralla.
Emboscados en sus grises jaimas,
me asedia un ejército de ancianos
detrás de las dunas perennes, cotidianas;
Tienen el rostro egoista y cansado,
los ojos lejanos, las bocas quebradas
por la astucia y el tiempo.
Acostumbrados a vencer al Sol del horizonte,
Esperan que yo termine derrotado;
mi castillo es, para ellos, sólo arena
donde sus jinetes inmutables pueden mancillar
mi dolor o mi existencia.
He reunido un ejército
de tres besos y una estrella,
Y allí, donde la Media Luna, les espero;
Venid viejos guerreros;
Estoy acostumbrado a luchar contra el silencio,
y no hay desierto que no conozca
el arrojo de mi amor y de miedo.
Miguel Ángel W. Mawey 24-10-06
empuño sin temor a mi palabra,
cabalgo una montura de frente plateada,
y por escudo…
por escudo, sólo tengo el alma.
A mi espalda protejo mi hacienda,
inocente y risueña,
donde siempre he sido un niño;
Tres pequeñas torres
alzadas por los pájaros del sueño,
y un rosal que rodea la muralla.
Emboscados en sus grises jaimas,
me asedia un ejército de ancianos
detrás de las dunas perennes, cotidianas;
Tienen el rostro egoista y cansado,
los ojos lejanos, las bocas quebradas
por la astucia y el tiempo.
Acostumbrados a vencer al Sol del horizonte,
Esperan que yo termine derrotado;
mi castillo es, para ellos, sólo arena
donde sus jinetes inmutables pueden mancillar
mi dolor o mi existencia.
He reunido un ejército
de tres besos y una estrella,
Y allí, donde la Media Luna, les espero;
Venid viejos guerreros;
Estoy acostumbrado a luchar contra el silencio,
y no hay desierto que no conozca
el arrojo de mi amor y de miedo.
Miguel Ángel W. Mawey 24-10-06
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